Data de finales del siglo XIX y la primera mitad del XX, el mismo periodo de tiempo en el que se construyeron otros templos expiatorios en el país, como el Templo San Felipe de Jesús en la Ciudad de México y el Templo del Santísimo Sacramento en Guadalajara. Su construcción inició en el año de 1891, por iniciativa del canónigo José Ignacio Cásares, que lo ideó como templo, asilo y hospital, bajo la protección del “Corazón Sacratísimo de Nuestro Señor Jesucristo”. El proyecto se pensó como una réplica de la Basílica del Sagrado Corazón, en el barrio de Montmartre, en París. Este templo expiatorio es uno de los más reconocidos en México por su arquitectura que forma parte del periodo del arte neogótico, que tuvo gran trascendencia en México desde la segunda mitad del siglo XIX. El templo pasó por varias etapas para su construcción. En el año de 1912 la Compañía de Jesús aceptó hacerse cargo de él para avanzar en la obra. Los jesuitas buscaron los recursos económicos para terminar la nave izquierda, así como la construcción de una casa adjunta para los sacerdotes. El clima hostil por la Revolución Mexicana hizo que estos sacerdotes dejaran la ciudad y con ello el proyecto quedó inconcluso. En la década de los cuarenta, el arzobispo José María González y Valencia retomó su construcción. Solicitó al R.P. Edmundo Iturbide, entonces Superior General de la congregación de los Misioneros del Espíritu Santo, tomar bajo su cuidado el hermoso, pero inacabado Templo. El 21 de marzo de 1943 los Misioneros del Espíritu Santo aceptaron oficialmente a su cargo el Templo Expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús. El documento oficial de entrega se firmó precisamente en esa fecha y contiene las rúbricas del arzobispo José María González y el padre Edmundo Iturbide. Algunos días después, en la festividad litúrgica de la Anunciación el día 25 de marzo, se celebró la primera misa oficial de los MM.Sp.S. como encargados del Templo. Los primeros misioneros que llegaron a levantar la fundación y a retomar la culminación del proyecto fueron los padres Vicente Méndez, José Ma. González, Victoriano Uribe y Antonio Sánchez, así como los hermanos Bernardo Sarabia y Luis Ramos. Desde su llegada, ellos se encargaron de que el templo se convirtiera en un lugar de culto y de adoración: completaron uno de los objetivos primordiales del Templo, que era la adoración perpetua, tanto diurna como nocturna; compraron bancas de cedro; se terminó de construir el comulgatorio, así como la nave central y los ventanales; lograron revestir la cúpula e iniciar con la decoración interior a manos del maestro Jesús Barrera. En tan sólo cinco años la obra estaba casi terminada. La Congregación invirtió muchos esfuerzos tanto para la organización de los grupos de laicos, como en la culminación de la construcción entera del Templo. Cabe mencionar que el altar, que reviste una belleza por su sencillez, fue obra conjunta de los maestros y arquitectos Adolfo Ponzanelli, Mauricio Campos y Antonio Palazuelos. La mesa de mármol de carrara y travertino fue bendecida y usada oficialmente en la fecha en que se concluyeron todas las obras del Templo, que fue el 4 de junio de 1948. La Custodia Monumental es una auténtica obra de arte que desde 1946 ha mostrado para su adoración al Santísimo Sacramento en el Templo, día y noche. Fue diseñada por el M.R.P.J. Guadalupe Treviño, Misionero del Espíritu Santo, y elaborada por el insigne orfebre poblano D. Miguel López. Quedó terminada para junio de 1946. Mide metro y medio de altura y tiene un peso de 45 kilos. Representa un ángel de pie sobre unas nubes que se levantan del mundo. El ángel eleva sus manos para sostener el relicario que ostenta la Hostia, en tanto que las alas se elevan también por los lados haciendo fondo. Cuatro grupos de rayos en forma de cruz completan el artístico conjunto. Hoy, el Templo Expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús se erige como un símbolo perdurable de devoción y arte, un testimonio de la fe y la perseverancia que marcaron su historia y construcción.